10/21/2015


Chocolulo

Entonces me cansé de envidias. No envidio a nadie.

La gente tampoco me envidia a mí, porque ¿quién es Calvetti como para envidiarlo?

He entrado en una iglesia para superar las envidias, la iglesia del señor del chocolulo, donde tomamos, en vez de vino, chocolate con lulo.

En las misas aplaudimos y cantamos.

Leemos cartas que los feligreses mandan contando envidias pasadas que ya han superado y, al final de cada carta, gritamos "aleluya".

Me gustaría de verdad haber dejado mis envidias atrás, aunque no estoy seguro de haberlo logrado. En mi misma banca se sienta un señor Lloreda que tiene una ferretería y que cada semana escribe una de las cartas que leemos, cada vez detallando una envidia distinta.

Ahí siento que no he superado las envidias tanto como me gustaría porque envidio a Lloreda tanto la variedad de envidias que tuvo cuando era un tipo envidioso como su capacidad de superarlas.

También le envidio, un poco, su redacción.